Hoy vamos a hablar sobre una de las cuestiones claves en el Método Montessori. La observación de la auténtica naturaleza del niño.
¿Son los niños buenos y dóciles por naturaleza? O por el contrario... ¿tienden a la maldad si los dejamos a su aire?
Los niños no conocen la maldad. Al menos no como la entendemos nosotros. Otra cosa es que los adultos entendamos como mal comportamiento algo que es normal y natural en el niño. Por ejemplo; Su necesidad de movimiento.
Uno de los grandes hallazgos de la Dra. Montessori fue el descubrimiento de la verdadera naturaleza del alma infantil a través de la observación. María Montessori fue una maestra de la observación. Tanto es así, que fue capaz de entender al niño y su desarrollo como ninguna otra persona lo había hecho hasta ese momento.
María Montessori puso en marcha su primera casa de niños en un barrio suburbial de Roma. El objetivo era proteger unos edificios de nueva construcción en el barrio y recoger en un espacio educativo a los niños de esa zona marginal. Niños que estaban todo el día por las calles.
Poco tiempo después esos pequeños asilvestrados mostraban actitudes dóciles, se concentraban en sus tareas, manifestaban buenos modales ante las visitas, sabían respetar y guardar silencio, se preocupaban por su entorno... Tal fue el cambio que muchas grandes personalidades acudían a las Casas de Niños a ver a esos "nuevos niños convertidos".
María Montessori sólo les había permitido ser. Les había proporcionado un ambiente preparado a su medida, trabajos interesantes, ejemplo, límites, libertad, un trato respetuoso y cariñoso. En esas condiciones afloraba lo que ella llamó el tesoro escondido del alma infantil. Se manifestaba que el niño es bueno, es dócil y capaz de concentrarse. Esa es la auténtica naturaleza del niño.
¿Si el niño es bueno y dócil por naturaleza por qué se producen los caprichos, el mal comportamiento y la falta de concentración?
Mentiras, caprichos, actividad enérgica y difusa sin un fin concreto, tirarlo todo, malos modales... Son conductas típicas en los niños, pero no debemos pensar que esa es su auténtica naturaleza. Que sean conductas típicas no quiere decir que sean conductas normales.
María Montessori llamó a todos estos comportamientos "DESVIACIONES". El término puede sonar un poco raro pero en cuanto te lo explique vas a entenderlo perfectamente.
Cuando a los niños se les deja ser, se les facilita un entorno de amor y cariño y un ambiente preparado a su medida con trabajos interesantes aflora la verdadera naturaleza del niño; buena, bondadosa, dócil, inteligente...
Sin embargo, cuando no tenemos en cuenta al niño, le interrumpimos ninguneando sus esfuerzos, cuando le acostumbramos a darle todo hecho cerrando los ojos a la lucha por su independencia, cuando dirigimos sus conductas de forma autoritaria a través del miedo que producen los castigos y de la satisfacción de los premios el niño se va alejando y desviando de su auténtica naturaleza.
He extraído un fragmento del libro EL NIÑO de la Dra. Montessori muy revelador:
"Es necesario, antes de proceder a un desarrollo educativo, organizar las condiciones del ambiente para que sean favorables a la eflorescencia de los caracteres normales ocultos.
No se trata, pues, de desarrollar los caracteres existentes, sino de descubrir primeramente la naturaleza, facilitando el desarrollo del carácter normal.
La naturaleza del niño, tal y como era conocida, no es más que una apariencia que cubre la naturaleza primitiva y normal.
La naturaleza normal del niño precisa muy poco para hacerla desviar. Sólo existe una razón en el origen de todas las desviaciones y es que el niño no ha podido realizar el plan primitivo de su desarrollo".
María Montessori. EL NIÑO
¿Cuáles son las desviaciones típicas que se manifiestan en el niño como consecuencia de no dejarle SER?
-Falta de concentración y movilidad continua sin un fin: Uno de los grandes retos para las guías de comunidad infantil (de 0 a 3 años) es conseguir por primera vez la concentración del niño. Cuando se produce esta magia habrá que tratar de no interrumpirla ni perturbarla. Nuestra misión es proteger estos momentos casi sagrados para el niño. Por eso es fundamental observar a los niños, para saber ver esos periodos de concentración y respetarlos. Poco a poco los periodos de concentración se van incrementando tanto en tiempo como en frecuencia. Es imprescindible respetar estos periodos desde el principio. Si quieres profundizar más en ello puedes leer este post: Claves y motivos para no interrumpir a un niño
-Desinterés en ciertas materias: El ejemplo más claro para mí son las matemáticas. Una materia que se nos atraviesa a muchos. ¿Por qué? Porque no entendemos lo que aprendemos. Memorizamos la tabla de multiplicar sin comprender por qué 2*2 son 4. Esto no pasa en Montessori. El niño manipula y vive. Su aprendizaje va de lo concreto a lo abstracto, aprende de sus errores, experimenta, visualiza. Cuando el niño ata en su mente todos los cabos a base de repetir, experimentar y equivocarse se van produciendo explosiones de aprendizaje.
-Niños dependientes y pasivos: Cuando el niño se está esforzando en ponerse los zapatos y alguien le interrumpe y le dice "¡quita! que te los pongo yo más rápido" al final estamos menospreciando sus esfuerzos. El niño aprende que su esfuerzo no vale y que alguien va a hacer siempre todo por él. Por tanto ve que no merece la pena esforzarse y se acostumbra a ser dependiente y tomar una actitud pasiva. Puedes leer más sobre este tema en este post: ¿Qué hacer cuando un niño te dice "no puedo" demasiado?
-Posesividad y en consecuencia los caprichos: Los caprichos son otras de las manifestaciones de las desviaciones de la naturaleza del niño. Como consecuencias de actitudes autoritarias de superioridad frente al niño este aprende la importancia del poder y pasa a valorar los objetivos externos dejando a un lado los objetivos internos: la autocreación de sí mismo. No hay remedio para los caprichos.
"No viciamos al niño cuando cedemos a sus caprichos, si no cuando le impedimos vivir impulsandole a las desviaciones" María Montessori
-Complejo de inferioridad: Cuando todos los intentos de actividad y esfuerzo del niño reciben como respuesta un "¡no toques ahí!" el niño interioriza que es un ser inferior que pone en peligro a su entorno con sus acciones. Por eso es vital tener un buen ambiente preparado que le permita libertad de movimientos. También es importante que transformemos nuestra forma de la relacionarnos con el niño y que vigilemos algunas expresiones que se nos escapan casi de forma inconsciente. Puedes profundizar más en este tema con este post: 10 frases que usamos en casa para evitar decir NO a nuestro hijo
-Miedo: A veces queremos redirigir las conductas de los niños amenazándolos. Amenazas del tipo "no vayas ahí que hay un perro", "no toques eso que te riñe el señor", "si no vienes no vamos al parque..." Todas estas amenazas van creando miedos en el niño. Si quieres profundizar más en este tema te recomiendo que leas este post: la importancia de gestionar de forma sana los miedos de los niños.
-Mentiras: Si manipulamos la conducta del niño con mentiras y amenazas. Si respondemos a sus preguntas con mentiras el niño aprende que la mentira es normal y que funciona para conseguir lo que queremos. Es importante que viva la realidad en todos los aspectos y que le digamos siempre la verdad, adaptada a su nivel de entendimiento. Si quieres saber más sobre este tema puedes leer este post: 7 razones por las que no debemos mentir nunca a un niño.
-Apetito: Cuando alejamos a un niño de su esencia, cuando le obstaculizamos y le impedimos seguir su naturaleza se acaba reflejando a todos los niveles. Cuerpo y mente están conectados, así que a nivel físico el niño puede incluso manifestar falta de interés por la comida o falta de apetito.
Recuerda que cada niño es un ser único e irrepetible
Cada niño es un ser único, de modo que cada niño acusará la influencia de su entorno de una manera. No siempre tiene que manifestarse de forma tan evidente el miedo (por poner un ejemplo), y no siempre el miedo tiene que producirse como consecuencia de obstáculos en su desarrollo. Quizá se haya producido como respuesta a una situación vivida. Cada familia tiene el poder y el deber de aprender a observar a sus hijos para conocerlos y responder a sus necesidades y a su naturaleza.
¿Cómo evitar estas desviaciones?
No quiero que nadie se sienta mal pensando en que el árbol se está torciendo por su culpa. Todo el entorno del niño tiene una influencia decisiva en él. Sus experiencias vitales, las personas que le rodean. No sólo los padres influyen y marcan al niño, sino también los maestros, los abuelos, otros niños, su entorno físico... Los niños tienen una mente absorbente que hace que cada vivencia se interiorice de una forma inigualable.
Para poner un ejemplo se me ocurre que podemos imaginar a dos personas: Una vestida de blanco impoluto, y otra vestida con ropa de muchos colores mezclados. En este ejemplo los niños serían las personas vestidas de blanco. Cada experiencia que vivan se notará en sus ropas. No tanto en los adultos que tenemos unas ropas ya con muchos colores. Un color más o una mancha se va a notar muy poco, aunque todo formará parte del traje.
Debemos vigilar nuestro ejemplo, tratar al niño con respeto y serenidad, para que se convierta en un adulto respetuoso y sereno, debemos ponernos en su lugar, entenderle. Hacerle razonar y no obedecer, confiar en él y ofrecerle un ambiente en el que pueda moverse y desenvolverse con autonomía e independencia. Respetemos sus esfuerzos, no les interrumpamos cuando estén concentrados, no hagamos por ellos, si no enseñemosles a hacer por sí mismos... Será entonces cuando salga a la luz su verdadera naturaleza.
¿Estoy a tiempo de corregir estas desviaciones?
¡Por supuesto! Nunca es tarde para empezar a ofrecer un buen entorno a la planta que no crecía como debía. Si cambiamos el abono, si le facilitamos unas buenas condiciones podrá resplandecer. María Montessori decía que la vuelta a la normalidad se producía de forma casi milagrosa. En ocasiones con unos efectos muy inmediatos. De ahí que se hablase de los "nuevos niños convertidos".
Dejemos que los niños sean, que vivan, que experimenten. Nuestra labor como adultos no es tirar de ellos en su desarrollo, si no iluminar el camino y no obstaculizar su naturaleza. Respetar la esencia de ser niño.